Primero, debe entenderse por violencia contra la mujer cualquier acción o conducta, basada en su género, que cause muerte, daño o sufrimiento físico, sexual o psicológico a la mujer, tanto en el ámbito público como en el privado. A partir de ello, y como nos muestran a diario las noticias en los diarios y la televisión hoy por hoy existen distintas modalidades de violencia contra la mujer, un alto índice de la misma, y además en nuestro país, algunas modalidades están legisladas y otras no.

LA VIOLENCIA OBSTÉTRICA, tema central de nuestro documental, es de todas las violencias hacia la mujer una de las menos visibles, y una de las modalidades que aún no está legislada en nuestro país a diferencia de países vecinos como México, Argentina, Venezuela y Chile. Cuando hablamos, de violencia obstétrica, nos referimos a la violencia sufrida por las mujeres durante la atención del parto en puestos de salud, centros de salud, hospitales y clínicas. Una definición muy acertada es la que nos aporta Belli.
“aquélla que ejerce el personal de salud sobre el cuerpo y los procesos reproductivos de las mujeres, expresada en un trato deshumanizado, un abuso de medicalización y patologización de los procesos naturales...” (Belli, 2013, p. 29-30).

Es así que la violencia obstétrica es una violencia institucionalizada, la cual es ejercida por el personal de salud tanto en el sistema público – como hospitales – y en el sistema privado, como las clínicas. Puede darse en la aplicación de procedimientos innecesarios, no consensuados, y en la violencia verbal, frases que minimizan y violentan a las mujeres en un momento donde una se encuentran más vulnerables.

Podemos afirmar, que la violencia obstétrica es considerada como el resultado de la confluencia entre violencia de género y violencia institucional, dos situaciones que vulneran de sobremanera a las mujeres como usuarias de los servicios de salud, en tanto las coloca dentro de sistemas jerárquicos en los que sus necesidades y decisiones se supeditan a las decisiones, maneras de hacer y conocimientos, —no siempre fundados en evidencia científica—, del personal de salud (Magnone, 2011).
Por ello nuestro documental, LA VIOLENCIA QUE NO VES, cobra una gran importancia al poner sobre la mesa el tema de la violencia obstétrica, y permitir que más mujeres cuestionen, y a partir de ello se informen, porque la información es una gran arma de empoderamiento; y es el punto de partida para cuestionar estas prácticas institucionalizadas, de las se habla poco.

LA VIOLENCIA QUE NO VES La violencia obstétrica se puede manifestar de distintas maneras, pero lo común es que venga desde el médico, quien tiene el control, el poder y la decisión sobre el cuerpo de quien está pariendo. En la historia, el parto no siempre fue mediado por un profesional de salud y tratado como una enfermedad, en el que hay que seguir procedimientos estandarizados. No hace mucho y en algunos lugares, aún hoy, el parto es acompañado por una partera que no interviene sino ayuda y recibe al niño, haciendo de este un proceso fisiológico natural, donde la mujer que pare decide y es protagonista de su propia historia.

Desde mi propia experiencia, he podido constatar lo que señala Esther Vivas, “la medicina moderna siempre ha visto el parto como una patología. De hecho, lo que diferencia la obstetricia respecto a otras especialidades médicas es que trata con mujeres sanas, pero lo hace como si estuviesen enfermas.[289] (Esther Vivas 2018)
Muchas mujeres que han sufrido violencia obstétrica la han normalizado o la han asumido como parte de la atención del médico/ obstetra, aceptando sin cuestionar lo que está estipulado por el sistema médico, ya que existe una jerarquía invisible basada en que los médicos tienen un saber que las parturientas no.

Es un hecho que “la violencia obstétrica se ejerce más fácilmente contra las mujeres pobres, las que pertenecen a una minoría étnica, las adolescentes, las solteras, las inmigrantes [..] lo afirma la Organización Mundial de la Salud (OMS), que asegura que estas tienen más posibilidades de sufrir un trato irrespetuoso y ofensivo a la hora de dar a luz”.[356] (Esther Vivas 2018). Además si a ello sumamos que muchas de las mujeres indígenas en nuestro país, se han desarrollado en contextos de discriminación y maltrato, esto hace difícil que puedan reconocer sus derechos en general y menos aún sus derechos sexuales y reproductivos.
Es por ello que nuestro documental contempla tener como protagonistas, mujeres que han sufrido violencia obstétrica, tanto de diferentes rangos de edad, zona geográfica, poder adquisitivo y de entornos urbanos como rurales .

Aún hoy, cuando como mujeres hemos conquistado varios derechos, existe una tarea pendiente, ganar la lucha por el derecho a decidir sobre nuestros cuerpos. Una de las razones por las que se habla muy poco sobre la violencia obstétrica, es porque el embarazo y la maternidad están idealizados o vetados. También porque en la lucha de los derechos de las mujeres recién se empieza a conciliar la maternidad con un derecho libre y no un mandato del patriarcado. “La maternidad será deseada o no será”. Pero en los movimientos feministas aún existe un distanciamiento con la maternidad. Muchas de las que somos madres nos hemos cuestionado si podemos ser madres y feministas a la vez.
Por lo tanto, mientras que el sistema patriarcal santifica la maternidad y a la vez condena a la mujer que se conflictúa con ella y expone sus dificultades, para muchas mujeres si eres feminista no debes querer ser madre, existiendo así una doble estigmatización para las mujeres que libremente decidimos serlo.


LA VIOLENCIA QUE NO VES En el Perú si hablamos de violencia obstétrica tenemos dos hechos que hacen evidente la problemática. Por un lado una tasa de cesáreas mayor a lo recomendado por la OMS, cuyo estándar está entre el 10% y el 15%, mientras que en nuestro país ostentamos un crecimiento en nacimientos por cesárea que se incrementó de 26,5% a 34,5% entre los años 2013 y 2018. Por otro, el precedente de las esterilizaciones forzadas producidas durante el gobierno de Alberto Fujimori (1990 - 2000) a miles de mujeres en su mayoría de origen indígena.

Son quizás estos dos hechos, y muchos otros casos los que permitieron que en el año 2016 se apruebe la “NORMA TÉCNICA DE SALUD PARA LA ATENCIÓN DEL PARTO VERTICAL EN EL MARCO DE LOS DERECHOS HUMANOS CON PERTINENCIA INTERCULTURAL” donde se lee como uno de los objetivos específicos:
“Fomentar en todos los establecimientos de salud a nivel nacional el protagonismo de la parturienta en todas las etapas del trabajo de parto, brindándole la opción de elegir la posición de dar a luz, con el acompañamiento de su pareja u otro familiar.”

Sin embargo, esta no se aplica en la mayoría de hospitales y clínicas, donde se siguen practicando los mismos procedimientos, que aceleran el parto, (oxitocina artificial), que vulneran el cuerpo de la mujer (episiotomía) y no se permite a la mujer dar a luz en posición vertical aún si así lo desea, sino tiene que hacerlo en una camilla echada, posición que por fisiología no es la más recomendada.

Como mujer y como madre, creo que esta afirmación es muy certera “La experiencia del parto es un suceso psicológico muy significativo, y lo recordamos con gran detalle durante toda la vida. El paso del tiempo, como constatan diferentes estudios, no altera la percepción del maltrato y la angustia sufrida”.[345] (Esther vivas 2018). Es por ello que cuando uno ha sufrido violencia obstétrica existen huellas imborrables, que pueden afectar tanto nuestra vida como la de nuestros hijos, es así que LA VIOLENCIA QUE NO VES, contempla que las protagonistas nos narren tanto lo vivido en sus partos, como lo que ellas habían concebido como su ideal a fin de encontrar un punto, que nos permita reconciliarnos con lo vivido.

Finalmente queremos remarcar que un parto respetado puede ser incluso uno en el que haya habido una cesárea, porque no había otra forma, pero donde se ha informado a la mujer de todos los riesgos y beneficios y ella a podido decidir sin coacción alguna. En el contexto actual del COVID-19 según grupos activistas pro parto respetado, la violencia obstétrica que ya existía en hospitales y clínicas, está teniendo un mayor pase libre en pro de los protocolos de seguridad, cesáreas innecesarias, mujeres que ya no pueden ser acompañadas, partos extremadamente medicalizados, entre otros.

En la vida de una mujer el parto es una experiencia única y la manera cómo venimos al mundo es trascendental como seres humanos. Sentimos que este es un tema urgente y necesario que debe ser visibilizado y cuestionado.

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